¡Atención! Esta entrada contiene un montón de fotos e información personal. Reflexiones y tonterías varias. No os esperéis algo de vital importancia fotográfica. Vaya, que viene a ser la típica entrada de blog de alguien que cuenta su vida a un montón de desconocidos y que tanto suele gustar a los chismosos.
Empecemos.
Ahora hace ya unos cuantos años (en el 2007 para ser exactos), decidí estrenarme en conducción y fotografía digital con un viaje alrededor de la península ibérica. Nacida cerca de la ciudad portuaria de Barcelona, nunca he sido amante de la costa, sino más bien de su tatara prima lejana, la montaña. Y después de vivir durante unos años en el Pirineo aranés sin ver el mar durante un largo tiempo, decidí que era un buen momento para hacerle una visita.
De modo un poco tardío (si tomamos como referencia lo que hace el resto del mundo), me hice con mi permiso de conducir, y mi pronto famoso corcel, apodado “el bretocoche”, alias el twinguillo, me llevaria por un viaje a través de la costa y alrededor de la península, bordeándola a través de sus costas y al ritmo del cassette de “Los Manolos”.
Aunque en esa época no era algo nuevo para mí, puesto que ya había tenido contacto con lo que podríamos llamar «el universo analógico», unos meses antes de partir en mi cruzada me di cuenta de que encontraba realmente apasionante la fotografía (esta es una historia quizás para otro día), y después de ahorrar dinero durante un tiempo me compré mi primera cámara fotográfica digital, que también estrenaría durante este viaje. Era una compacta digital, de aquellas a las que durante un tiempo se las apodó como “semireflex”, y aunque no permitía el intercambio de ópticas, si que contaba con un modo totalmente manual en el que podías seleccionar la sensibilidad, el diafragma y el tiempo de exposición. Aunque rápidamente volví a ahorrar para una réflex, aquella cámara sigue rodando por casa.
Me acompañaban por aquél entonces mi coche, mi cámara y Phoenix, mi compañero inseparable, con el que he compartido numerosas aventuras y con quien me unen unos lazos difíciles de describir con palabras como amor, amistad o familia. Él tenía por aquel entonces 2 años. Hoy tiene ya 10, y aunque está hecho todo un abuelo, parece no darse cuenta.
Hace 8 años, empezamos este viaje. Solamente llegamos hasta Tarifa, pues una oferta de trabajo en la montaña me hizo regresar de forma prematura, pero siempre pensé que el twinguillo, Phoenix y yo lo retomaríamos en un futuro. Incluso pensé que sería buena idea continuarlo cuando se me diera mejor la fotografía y así ver el cambio en la calidad de las imágenes entre la primera y la segunda parte del viaje.
Hoy el twinguillo hace ya un par de años que nos dejó. Ahora sus ventanas y retrovisores han pasado a formar copas de cristal, quizás en las que los aristócratas beben vino del bueno en un restaurante michelín. Su chapa se habrá reciclado para hacer otros coches y quien sabe que más. Aun así he decidido que es momento de continuar este viaje, aunque todo apunta a que habrá tercera parte, ya que quiero dejar Galicia y Portugal como apartado final, quizás para dentro de unos años, quién sabe.
Este año me he apartado de mis viajes de ver mundo. He olvidado el avión y el pasaporte. Mañana parto en dirección Asturias, y de camino haré parada en un sinfín de lugares, donde Phoenix correrá y ladrará contento mientras yo fotografío paisajes. El perro que nació entre montañas y terminó combatiendo el ruido de la ciudad se merece unas vacaciones. El abuelo peludo, mi viejo copiloto y el compañero al que probablemente echaré de menos durante la tercera parte del viaje. Espero que las disfrute a fondo.
Nota: las fotos de esta entrada son del 2007, de la primera parte del viaje.
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