Atención: Esta es una entrada de concienciación ecológica. Puede ser larga, pero espero que la leas, pues no solamente son cuatro fotos bonitas, sino un intento de llamar la atención sobre un tema muy importante.
Se llama Gyps fulvus, más conocido como Buitre Leonado y es una de las cuatro especies de buitre que habitan la Península Ibérica (junto con el alimoche, el buitre negro y el quebrantahuesos).
El buitre leonado es una de las mayores rapaces de la península, llegando a medir casi tres metros de largo y alcanzando los 10 kg de peso en un ejemplar adulto. Habitan las zonas montañosas rocosas, haciendo sus nidos en los surcos creados por la erosión causada por el agua en las mismas. Para moverse planean por el aire ayudándose de brisas y corrientes ascendentes de aire que les ayudan a ganar altura con facilidad, moviéndose de zona según la posición del sol en relación al relieve montañoso.
La vida de ésta ave es difícil y llena de curiosidades: la cría sale del huevo entre mayo-junio y crece muy lentamente (se puede detectar la edad de un ejemplar a través de la coloración y apariencia del plumaje y el pico). El joven buitre realiza su primer vuelo ya en julio y al cabo de su primer año de vida emprende un extraño viaje de ida y vuelta: África le espera, como si de una prueba de la vida o una especie de examen de graduación se tratara. Por el camino se encontrará con muchas horas de vuelo y trampas que el hombre le ha preparado, a veces voluntaria o involuntariamente, hasta llegar a su destino y regresar de vuelta a su lugar de origen. A los cuatro o cinco años, se apareará de por vida y tras el periodo de celo (de diciembre a abril) incubará su único huevo.
Pero esto no es lo más curioso, sino el hecho de que este carroñero ha supuesto desde siempre, la forma más ecológica y productiva que han tenido granjeros y pastores, desde tiempos ancestrales, de deshacernos de las reses muertas. Del mismo modo, los buitres siempre se han alimentado de otros animales muertos que encuentran en los llanos y las laderas de las montañas. Para que os hagáis una idea, un buitre es capaz de alcanzar en sus vuelos los 6000 metros de altura, y tiene una gran capacidad de visión, pudiendo detectar un cadáver a más de 2 km de distancia. El problema es que, como siempre, está el hombre para fastidiarlo todo.
Y con la llegada del hombre… llegó el hambre.
La caza y la tala desmesurada de los bosques hicieron que el buitre dependiera únicamente de las carroñas abandonadas por los pastores y granjeros para sobrevivir. Estas reses muertas se aferraban con cadenas en muladares, donde las aves sabían que encontrarían alimento. No obstante, con el tiempo se prohibieron los muladares (un óptimo recurso para alimentar a los buitres a la vez que el modo más ecológico de deshacerse del cadáver de un animal), obligando a los granjeros y pastores a incinerar sus reses muertas (un proceso burocrático, costoso y altamente contaminante que además, deja sin alimento a todas las carroñeras). Como siempre y tristemente, es más importante el enriquecimiento de unos pocos que el bien común.
Pero los problemas del Leonado y sus compañeros no terminan aquí, pues además de ser matados de hambre (hay que tener en cuenta que cuando un buitre no ve recursos alimenticios deja de criar), también se han encontrado un gran número de ejemplares envenenados. A este nuevo factor hay que sumar el de la construcción de campos eólicos, que funcionan a través de grandes molinos de viento situados estratégicamente en las térmicas que los buitres utilizan en su gran viajes a África, antes de ser capaces de criar. Muchos de ellos (también otras especies de aves) mueren tragados por esas gigantes aspas. Solamente en la última década se ha perdido la mitad de la población española.
Hace unos días conocí a Manuel. Él fue quien me contó todas estas cosas sobre los buitres y me permitió conocer a su familia alada. Manuel es el alma de la asociación Fondo Amigos del Buitre y se dedica a recorrer cada día los pueblos de su comarca en busca de carroña para alimentar a los buitres en la montaña. Ellos le reconocen y vuelan en picado hacia la ladera de siempre que detectan su chaqueta rojiza. Tristemente me comenta: hoy solo han venido unos 150… a ver si hoy se deja ver el quebrantahuesos.
Al contrario de lo que parece, los buitres son, como dice Manuel, muy republicanos: reparten la comida de manera que aunque haya poca, todos se hayan llevado su pedazo de carne a la boca. Gracias a “el semáforo”, unas zonas redondas sin plumas situadas sobre las clavículas, informan a los demás de si han comido o no (cuando han comido, las plumas tapan estos círculos desplumados).
Tienen poca fuerza en las zarpas, pero todo lo contrario en su pico, con el que cortan y desgarran la carne con facilidad. Me alucina como Manuel los reconoce uno a uno y les habla cariñosamente. Finalmente pide que le dejemos solo un rato con los buitres. Él lleva toda su vida con los buitres, pero ha compartido con nosotros un momento de su tiempo con ellos y toda su sabiduría. Gracias Manuel.
Comparto este video que difunde en la página de Fondo Amigos del Buitre y que cuenta la historia de Manuel y Leonardo, el buitre que quiso ser hombre y los hombres no le dejaron (trabajo audiovisual de Ran Levy – Yamamori).
Si queréis saber más sobre el Fondo Amigos del Buitre:
Facebook: https://www.facebook.com/fondoamigosdelbuitre.org?fref=ts
Gran post!Me ha encantado la historia de los buitres, su forma de vida, manuel y las fotos!.
y la historia del buitre que quería ser hombre…