Llegó el día. El otoño sacó la cabeza y parece que le acompañó algo de invierno prematuro. Llegamos al Valle de Tena acompañados de un cielo cubierto y una colorida paleta otoñal que impregnaba las laderas de las montañas. Tras las oscuras nubes, la lluvia amenazaba con entrar en escena en cualquier momento. Los participantes, miraban el cielo con preocupación, pero enseguida demostraron ser capaces de combatir las previsiones meteorológicas con el poder de sus lentes y cámaras, destacando lo mejor del otoño y dando la bienvenida a las primeras nieves.
La noche del viernes, tras una cena de bienvenida, los más osados nos dirigimos al embalse de Lanuza, para realizar una breve sesión de fotografía nocturna en la que, las tímidas estrellas desaparecían y reaparecían tras el movimiento de las nubes. La Luna, por su lado, nos regalaba una extraña pero agradable iluminación.
Por la mañana nos levantó la lluvia, frustrando nuestro intento de fotografiar la salida del Sol. Tendríamos que dejarlo para la mañana siguiente. Sin embargo, después de desayunar las gotas se suavizaron y dieron paso poco a poco, a un escenario lleno de magia. La vegetación, aún mojada por la lluvia, resaltaba sus variados tonos, amarillos, ocres y rojizos, mientras que la niebla fina se alternaba con nubes bajas que viajaban entre las copas de los árboles. Sin duda alguna, el mal tiempo es el buen tiempo del fotógrafo.
Recorrimos durante todo el día, los mágicos rincones del hayedo del Betato. Un hayedo que esconde un pasado oscuro y de brujería, pues se dice que en él se celebraban y celebran aún, aquelarres, protagonizados por las brujas del Valle de Tena.
Es bien sabido que en la zona hay un pasado de brujería, existiendo hechos históricamente documentados en los que se cuentan por centenares el número de mujeres consideradas como embrujadas en la región. Existen escritos que narran los sucesos acontecidos, como por ejemplo el que narra cómo casi 200 mujeres fueron afectadas por una epidemia “demoníaca” que obligó a movilizar a la Santa Inquisición para aclarar los sucesos y exorcizar a las afectadas.
Sin duda estas historias nos acompañaron en una atmósfera inquietante a través del bosque.
Poco a poco y al subir de cota llegamos a la pradera alpina de Lana Mayor, la más extensa de la península Ibérica y desde la cual, obtuvimos impresionantes vistas de las cimas montañosas a nuestro alrededor, a la par que algún que otro encuentro fugaz con algunos buitres leonados. El descenso nos descubrió de nuevo el bosque. Paseando por la zona no pasaron desapercibidas las extrañas pilas de roca y madera, en forma de pequeñas y efímeras construcciones.
Por la noche el cansancio nos ganó, y decidimos utilizar el comodín de la mañana para ir a dormir pronto e intentar de nuevo la salida de sol, que, en esta ocasión, si fue posible. Nos levantamos pronto y tras unos pocos minutos de coche encontramos la ubicación perfecta. Un mirador con vistas al Pirineo francés. El momento, nos regaló una conjunción de la salida de Sol con nuestra primera nevada del año. Un espectáculo que difícilmente olvidaremos.
Después de desayunar nos dirigimos a la última excursión del fin de semana, para retratar una de las cascadas más conocidas del lugar: el Salto de Sallent. En esta ocasión, acompañados por un cielo más despejado, que aunque no favorecía la fotografía de bosque, sí que lo hizo con el brillo en las gotas de lluvia que se posaban sobre las hojas secas, que inundaban el camino y hacían las delicias de nuestros macros. Tras visitar la cascada, fuertemente crecida por las lluvias de la noche, nos despedimos del Valle de Tena con una buena comilona de grupo.
Quiero agradecer su participación a los maravillosos y aventureros phototrekkers que me han acompañado en esta ocasión: Santi, Josep, Marta, Victor, Ángeles, Xavier E., Xavier C., Aurora i Joan. ¡Hasta la próxima!
Más fotografías del phototrekking