«Hace un par de días que regresamos del viaje fotográfico a Islandia que organizo junto a AUSTRALphoto y Descubrir Tours. Aquí tenéis la crónica de nuestra aventura y unas cuantas imágenes para que juzguéis vosotros mismos si hemos logrado regresar de nuestra expedición boreal hechos unos verdaderos vikingos.»
Llevábamos unas cuantas horas de vuelo cuando al fin divisamos una llanura blanca entre las nubes. En su orografía despuntaban formaciones montañosas y serpenteaban ríos azul oscuro.
Un aventurero grupo de futuros vikingos me acompañaba. En el momento de aterrizar, no éramos aún del todo conscientes de la aventura que aquél inhóspito lugar nos reservaba. Sin embargo, se respiraba emoción en el ambiente, y aquella primera puesta de sol que bañaba el paisaje nada más llegar auguraba días llenos de lugares maravillosos, de curiosa fauna y situaciones inesperadas…
La primera noche nos pilló casi por sorpresa nuestra primera aurora. Impresionante fue el espectáculo de luz que nos envolvió frente a los faros de Gardur (península de Keflavík). La dama verde danzó frente nuestros objetivos antes de que la primera tormenta de nieve cayera sobre nosotros. El cambiante tiempo de Islandia nos golpeó en la cara y nos dejó durante varias noches con el recuerdo de aquella primera aurora, pues el tiempo no tardó a empeorar.
Los pronósticos meteorológicos no lo podían decir más claro: “storm, after storm, after storm!” (Tormenta tras tormenta, tras tormenta). Durante los 10 días que duró el viaje tuvimos un par de alertas amarillas y dos más de alerta naranja: esto es tormenta con vientos huracanados, lluvia y nieve. La travesía se tornaba movidita y requería de nuestra máxima precaución, pero a la vez, este clima invernal extremo nos proporcionó unas luces y atmósferas de lo más variadas. Sin embargo, lo mejor fue que pese al mal tiempo, fuimos capaces de visitar incluso más lugares de los que teníamos previstos y aprendimos a vivir la tierra de un modo más visceral.
Los primeros días, las nevadas nos regalaron paisajes monocromos, únicamente alterados por los diferentes tonos variados de los caballos islandeses y de luces rojizas del cielo amenazador, seguidas de unos días en los que la lluvia derritió un poco el paisaje y pudimos ver los colores reales del lugar. El viento, por su lado, movía las aguas del mar con furia, y en algún caso pudimos incluso comprobar como el curso del río cambiaba de dirección, subiendo pendiente arriba.
También pudimos gozar de la fauna salvaje. Aunque es cierto que en verano se puede gozar de la presencia de numerosas especies de aves, en invierno unas pocas, como por ejemplo el fulmar boreal o algunas especies de gaviotas y ánsares permanecen. También gozamos de las idas y venidas de las focas en las aguas más calmadas e incluso tuvimos la suerte de observar una manada de renos buscando alimento en los líquenes de las rocas.
Nuestro recorrido nos llevó a conocer el sur de la isla de fuego y hielo, pasando por fumarolas, cascadas y acantilados, cañones, playas y glaciares. Nos deleitamos con los trölls de piedra y otras formaciones de roca basáltica y caminamos por lagos y playas repletos de icebergs. Incluso, iniciamos nuestro propio viaje al centro de la Tierra, adentrándonos, tras una excursión por el glaciar más grande de Islandia (Vatnajökull), a las curiosas cuevas de hielo que forma el agua del glaciar al derretirse y abrirse camino ladera abajo. También fuimos testigos del uso de la energía geotermal en la vida diaria, como por ejemplo obtener agua caliente en las casas o incluso hornear pan con la energía que emana del suelo.
No hay duda que Islandia es una tierra llena de magia, vida, condiciones extremas y en constante crecimiento. No es de extrañar que se diga que es habitada por elfos y trölls, y que sigan contándose leyendas de espíritus y brujería, pues da la sensación de que en cualquier momento un ser místico y protector de los bellos parajes pueda aparecer detrás de una roca, mientras somos observados por los omnipresentes Hrafn (cuervos), una enorme y oscura ave que guarda un estrecho lazo con los islandeses, al ser una de las pocas aves que permanecen en invierno y al ser considerados como la ayuda que Flóki (el primer poblador de la isla) obtuvo para el descubrimiento de Islandia, pasando este a ser conocido por el nombre de Hrafna-Flóki (cuervo-Floki).
Sin duda alguna este grupo de aventureros que me acompañaron han conocido esta sensación y han regresado convertidos en verdaderos Vikingos, tras un viaje intenso, lleno de magia y aventuras. Muchas gracias Carme, Pep, Cristina, Jesús i Xavier, por compartir esta experiencia conmigo, ¡¡¡Espero que lo hayáis disfrutado al máximo!!!
Aquí os dejo una selección variada de los paisajes qe pudimos fotografiar:
Sin duda valen la pena el frío y las incomodidades.
Hola Santi, gracias por pasarte 🙂
Correcto, soy de la opinión de que cuento más dificultades pesenta un viaje mejor y más intensamente se recuerda… A parte de las magníficas escenas que deja el «mal tiempo». Ya lo dicen: «al mal tiempo, buena cara»